Mons. Castagna: “Es necesario prepararse para recibir la Palabra del Sembrador”

Mons. Castagna: “Es necesario prepararse para recibir la Palabra del Sembrador”

Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirmó que “es responsabilidad de todos - unos aprendiendo y otros enseñando - la preparación de los corazones para la recepción de la Palabra, como semilla depositada por el auténtico Sembrador” y advirtió: “No puede ser ocultado este hecho fundamental de la historia humana, aunque sus presuntos relatores actuales se empeñen en esconderlo o negarlo”.
“Es preciso preparar el terreno, desmalezándolo en matorrales espinosos y recuperando su fertilidad, para recibir la semilla de la Palabra. Cada uno sabe qué contamina su propia vida, al advertir que la Palabra es ahogada por las espinas, que no dispone de tierra para su crecimiento o que es devorada por los pájaros”, recordó el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, al reflexionar sobre la parábola del Sembrador.

El prelados afirmó que “es responsabilidad de todos - unos aprendiendo y otros enseñando - la preparación de los corazones para la recepción de la Palabra, como semilla depositada por el auténtico Sembrador”.

“No puede ser ocultado este hecho fundamental de la historia humana, aunque sus presuntos relatores actuales se empeñen en esconderlo o negarlo”, advirtió, y agregó: “La Iglesia evangelizadora encabeza, entre los habitantes actuales del planeta, el despertar del conocimiento de este crucial acontecimiento”.

El prelado consideró que “es preciso que los mismos bautizados renueven su conciencia de tales y ofrezcan el testimonio de sus vidas santas”.

“El testimonio, como lo venimos expresando en las anteriores reflexiones, es inseparable de la acción evangelizadora. Requiere, por lo mismo, una renovación continua de la vida cristiana de los cristianos y de sus comunidades”, subrayó en su sugerencia para la homilía dominical.

Texto de la sugerencia

1.- “El sembrador salió a sembrar”. En reflexiones anteriores hemos mencionado la urgencia que manifiesta el mundo de ser evangelizado. Lo decía, en su claro y asombroso estilo magisterial, el Beato Papa Pablo VI. También nos topábamos con una realidad social y cultural que presenta inconvenientes muy graves al Evangelio predicado por la Iglesia. El texto evangélico de este domingo relata la parábola del sembrador. Jesús proyecta una luz que nos permite ver en la oscuridad, como la luz infrarroja. Esa parábola encuentra una réplica en nuestra sociedad. La semilla del Evangelio desciende constante y silenciosamente sobre un campo comprendido en esa tipología. Es oportuno releer la cita bíblica en su integridad (Mateo 13, 3-8). Las diversas situaciones del campo clasifican, con precisión, los estados de ánimo y sus consecuencias al recibir la semilla de la Palabra. Existe una tarea previa que otorga, a los diversos estados, las mejores posibilidades para que la semilla florezca: “Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!” (Mateo 13, 8).

2.- Preparación del terreno. Esa previa tarea precede a la acción evangelizadora, como parte de la misma, denominada hace algunos años: preevangelización. Es preciso que los evangelizadores se ocupen de favorecer y promover valores, aparentemente desconectados de lo religioso, para que la semilla de la Palabra encuentre un terreno preparado para su florecimiento. Es entonces cuando todos los ciudadanos de buena voluntad coinciden y logran solidarizarse. Uno de los valores más destacados parece ser la justicia. Cuando se la restablece, el orden y el bien común afloran en la sociedad y sobreviene la paz, tan anhelada. Sin duda el Evangelio trasciende el culto religioso y se convierte en una inspiración para la cultura y el orden social. El nihilismo filosófico y el relativismo dialéctico hacen la guerra al Evangelio, intentando desprestigiar a quienes encarnan sus valores y lo presentan en sociedad. Donde la Iglesia Católica constituye la religión de la mayoría, se produce el inexplicable fenómeno de las peores agresiones al contenido de su fe. Es considerada la enemiga número uno por quienes se empeñan en imponer sus pretensiones ideológicas. Las manifestaciones de dichas agresiones son múltiples, ilustradas al detalle por los medios de comunicación social. Recordemos los escándalos desatados por pequeños y muy activos grupos, frente a la Iglesias Catedrales de nuestro país, pintarrajeando sus muros con escabrosos y blasfemos grafitis.

3.- La parábola describe nuestra realidad. Es preciso preparar el terreno, desmalezándolo en matorrales espinosos y recuperando su fertilidad, para recibir la semilla de la Palabra. Cada uno sabe qué contamina su propia vida, al advertir que la Palabra es ahogada por las espinas, que no dispone de tierra para su crecimiento o que es devorada por los pájaros. El mismo Señor se ocupa de explicar el sentido de la parábola (Mateo 13, 18-23). Es responsabilidad de todos - unos aprendiendo y otros enseñando - la preparación de los corazones para la recepción de la Palabra, como semilla depositada por el auténtico Sembrador. No puede ser ocultado este hecho fundamental de la historia humana, aunque sus presuntos relatores actuales se empeñen en esconderlo o negarlo. La Iglesia evangelizadora encabeza, entre los habitantes actuales del planeta, el despertar del conocimiento de este crucial acontecimiento. Es preciso que los mismos bautizados renueven su conciencia de tales y ofrezcan el testimonio de sus vidas santas. El testimonio, como lo venimos expresando en las anteriores reflexiones, es inseparable de la acción evangelizadora. Requiere, por lo mismo, una renovación continua de la vida cristiana de los cristianos y de sus comunidades.

4.- Los santos: legítimos promotores del Evangelio. Gran desafío, el mayor de todos. Por ello, como lo entendía San Juan Pablo II, la Iglesia es sostenida por los santos. Recuerdo la anécdota que tiene como protagonista al Papa Inocencio III (siglo XIII). El Pontífice tuvo un sueño profético: la Iglesia de Letrán - Iglesia Catedral del Papa en Roma - se desmoronaba y dos humildes frailes la sostenían, evitando su ruina. El mismo Papa logró identificarlos: uno era Santo Domingo de Guzmán y el otro San Francisco de Asís. Con certeza el Evangelio encuentra en los santos sus legítimos promotores. Son quienes sostienen en alto la misión transmitida por Jesús a los Apóstoles y a la Iglesia. Gracias a Dios, el Espíritu Santo suscita, mediante su acción silenciosa y eficaz, muchos santos. Son verdaderos pararrayos, en medio de la tormentosa vida de hombres y mujeres, arrastrados precipitadamente hacia el abismo.+

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