Mons. Buenanueva recordó el mensaje de Fátima: “Oración y penitencia”
La Eucaristía fue presidida por el obispo, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva. En su homilía, destacó los dones de la oración y la penitencia, claves en el mensaje que Nuestra Señora de Fátima dio a los pastorcitos hace cien años.
En ocasión de la canonización de Jacinta y Francisco Marto, dos de los tres pastorcitos que presenciaron las apariciones de la Virgen en la Cova de Iría, monseñor Buenanueva advirtió que en ese acto se cumplía una vez más el Evangelio: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
El prelado destacó el valor de la gracia que esos tres niños vivieron, pero que estaba destinada a toda la humanidad. Retomando las palabras del papa Francisco en la misa de canonización, el obispo de San Francisco dijo: “Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la tierra, cuando nos refugiamos bajo la protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la Salve Regina, «muéstranos a Jesús»”.
“En Fátima, María no pronunció otro mensaje que el Evangelio de Cristo. María no tiene otra palabra que decir al mundo que el Evangelio”, indicó el obispo. De allí tomó la Virgen el mensaje de “oración y penitencia”. La única referencia de María, aseguró, es Jesús: “Siempre Jesús. Desde las bodas de Caná y aquel “Hagan todo lo que Él les diga”, María no tiene otra referencia que Jesús, el único Salvador del hombre.
En la figura de los tres pastorcitos, el prelado destacó el valor de la oración: estos tres niños que estaban aprendiendo a orar, mezclaban sus plegarias profundas y sencillas con su vida familiar, sus juegos y su trabajo de pastores, relató el obispo. Así, la providencia encontró en ellos “terreno fértil”.
Monseñor Buenanueva recordó las oraciones que el Ángel transmitió a los niños en su primer encuentro; oraciones que ellos repitieron incesantemente y que dispusieron sus corazones para el encuentro con Nuestra Señora.“Una oración que pone en el centro la adoración del Dios amor, las virtudes teologales que definen la identidad cristiana y la intercesión por los “pobres pecadores”, es decir, una oración profundamente fraterna y solidaria”.
El obispo indicó “penitencia, arrepentimiento y conversión”: La penitencia a la que invita el Evangelio es, sobre todo, la conversión del corazón, la penitencia interior, más que las obras exteriores, expresó.
“María acompañó a los tres pastorcitos de Fátima a abrir sus corazones al inmenso dolor del mundo; a experimentar, de una forma que a nosotros nos deja sin palabras, lo que puede llegar a significar una vida sin Dios, en la ausencia de su luz y de su bondad. Que se sintieran hermanos de todos los pecadores. Que no les resultara indiferente el dolor ni la suerte del mundo”, añadió, y destacó la conversión que la Virgen produjo en los corazones de los pastorcitos: “Les ensanchó el corazón para que cupiera en ellos el mismo amor que Dios siente por el mundo que lo olvida y lo margina. Los abrió a experimentar la misericordia de Dios”.
“Oración y penitencia son el mensaje de Fátima, porque son el mensaje del Evangelio. Pero una oración y una penitencia que hacen de los orantes y penitentes, hombres y mujeres que no viven para sí, encerrados en su propia comodidad y bienestar, sino que se convierten en esperanza para otros”, afirmó, y llamó a que, cualquiera sea nuestra vocación y misión, seamos hermanos para nuestra patria y para toda la humanidad, testigos de la esperanza que no defrauda.
Para finalizar, el prelado insistió en la oración, “porque el Señor mismo oró, nos enseña a orar y nos da su Espíritu para que abra nuestros corazones a la fe, la adoración y la intercesión” y la penitencia, “porque el Espíritu toca nuestros corazones, los quebranta con la conversión y nos dispone para la reconciliación”.
Oración y penitencia, “antes que obras nuestras son obra suya: gracia de Dios que se adelanta, nos cura y nos eleva con su mano providente”.+
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