El obispo emérito de Villa María, monseñor José Ángel Rovai, destacó el gesto que significó ver al papa Francisco meditar solo y bajo la lluvia en la plaza San Pedro, para pedir por el fin de la pandemia del coronavirus.
“Me impresionó ver subir al Papa por la escalinata de la basílica de San Pedro, fatigado, solo, con su sotana blanca y bajo la lluvia”, describió.
“Me sentí tocado por esa sencillez y despojo, por su concentración, y también por su actitud austera y piadosa”, agregó.
Una actitud, reveló monseñor Rovai, que llevó a pensar: “¡Qué hermoso que podamos contemplar a quién nos preside en la caridad (san Ireneo), confiando únicamente en el Evangelio y despojado de todo lo que pudiera empañar su figura evangélica de servidor de Cristo, de la Iglesia y de la humanidad!”
“Es lo que Jesús quería de Pedro”, sostuvo, y sintetizó: “Aparece un hombre confiado en su misión apostólica y que desea infundir a todos esperanza y confianza”.
Texto de la reflexión
El viernes 27 de marzo, he tenido la gracia de unirme a través de la internet, a la oración que el Papa Francisco hizo frente a la Basílica de San Pedro. Todos los cristianos estábamos invitados a unirnos al Obispo de Roma.
Hemos escuchado con frecuencia que el Papa realiza gestos que muestran un espíritu profundamente religioso y que le brotan de su corazón. Es una forma muy auténtica de ejercer el ministerio del anuncio de la Palabra, muy fecundo para la Tradición cristiana.
La homilía que pronunció tiene un hondo sentido cristiano, realista y esperanzador, tan valioso en estos momentos que vive el mundo con la pandemia del Coronavirus.
Son momentos espiritualmente importantes, y me alegra que el Obispo de Roma, como Pastor universal de la Iglesia, haya asumido su ministerio petrino de esta forma, que considero intensamente evangelizadora.
Quisiera resaltar principalmente el gesto del Papa.
En el texto comenta el Evangelio de Marcos (4,35-41) y lo adapta muy bien al motivo fundamental del mensaje.
Me impresionó ver subir al Papa por la escalinata de la Basílica de San Pedro, fatigado, solo, con su sotana blanca y bajo la lluvia.
Me sentí tocado por esa sencillez y despojo, por su concentración, y también por su actitud austera y piadosa.
Y pensé: ¡Qué hermoso que podamos contemplar a quién nos preside en la caridad (san Ireneo), confiando únicamente en el Evangelio y despojado de todo lo que pudiera empañar su figura evangélica de servidor de Cristo, de la Iglesia y de la humanidad!
Es lo que Jesús quería de Pedro.
Aparece un hombre confiado en su misión apostólica y que desea infundir a todos esperanza y confianza.
Me acordé, en ese momento, de una afirmación sobre santa Catalina de Siena que, hace mucho tiempo, realizó un sacerdote, verdadero maestro espiritual: el Padre Segundo Galilea. En su libro "Cuando los Santos son amigos", escribe:
"La Catalina que yo admiro, no es la mujer influyente, que le pide al Papa que regrese a Roma, y que era consultada, por Obispos, Sacerdotes y muchos creyentes de su tiempo... La Catalina que yo admiro, es la mujer que, abandonada por todos, se arrastraba en la Basílica Vaticana, hasta el altar de la Confesión, para orar y ofrecer su vida por la unidad de la Iglesia...Ea es la mujer que admiro y que murió de una enfermedad que no podían curar los médicos. EL AMOR A LA iGLESIA.....”
Hasta aquí la afirmación del Padre Galilea.
Lo uní a otra imagen que me impacta mucho: es cuando veo entrar al Papa, por la mañana, en la capilla de Santa Marta con algún sacerdote, unas religiosas y algún laico que lo acompañan en la celebración.
Celebra la Misa con mucha austeridad, predica sencillamente, comentando las lecturas del día. Es la Misa sencilla que muchos Párrocos nuestros celebran en sus parroquias.
En todo esto aparece la imagen evangélica del Obispo de Roma, despojado e inerme, confiando en el Señor y en la misión que el Señor un día le confió de confirmar en la fe a sus hermanos.
Para mi todo esto contribuye a la credibilidad evangélica de la misión petrina, resaltando la dimensión religiosa del Papado que es lo más importante.
Estoy convencido de que, en estos momentos del mundo, nos hace bien contemplar esta imagen del Obispo de Roma. Estoy seguro además que todos lo que lo han contemplado podrán, como me sucede a mí, confiar y esperar en un Señor que acompaña y se preocupa de su Iglesia, por la que derramó su Preciosísima Sangre.
Y es importante, en estos días en que la Iglesia se dispone a entrar en la Semana Santa. Vamos a celebrar los misterios de la muerte y resurrección de Cristo, viviendo aquello que nos dice Pablo: "Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos serás salvado." (Rom 10, 9).+
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