Mons. García Cuerva destacó las "notas de santidad" en la vida de San Romero de América
El obispo recordó la letra de una canción salvadoreña: “Profeta del pecho herido, Siervo de la luz quemante, en el altar donde fuiste sacrificio y celebrante”. Al respecto, afirmó: “Ese fue monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, en El Salvador, América Central. El 24 de marzo de 1980 fue asesinado mientras celebraba la Eucaristía en la capilla del hospital de la Divina Providencia por el eterno descanso de una señora conocida”.
Citando el último párrafo de la homilía de monseñor Romero en esa misa, expresó: “Esta santa Misa, pues, esta Eucaristía, es precisamente un acto de fe. Con fe cristiana sabemos que en este momento la hostia de trigo se convierte en el cuerpo del Señor que se ofreció por la redención del mundo y que en ese cáliz el vino se transforma en la sangre que fue precio de la salvación. Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar cosechas de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos pues, íntimamente en fe y esperanza a este momento de oración por doña Sarita y por nosotros”.
“Fueron sus últimas palabras, se dio vuelta para tomar el corporal para comenzar el ofertorio, y se oyó un disparo proveniente de uno de los accesos de la iglesia. Romero cayó al lado del altar; la bala dio en su pecho; lo cargaron rápidamente en un automóvil y fue llevado a una clínica donde murió poco después. Tenía 62 años. Sacrificio y celebrante a la vez, de manera cruenta, entregada por su pueblo y por la Iglesia a la que tanto amaba”, destacó monseñor García Cuerva.
“El 14 de octubre de 2018 el papa Francisco presidió la misa en la que monseñor Romero fue canonizado; un nuevo santo latinoamericano, que seguirá acompañando e intercediendo por tantos hermanos que sufren injusticias, marginalidad y violencia, por los que este obispo dio la vida”, aseguró.
En ese sentido, señaló: “Hace dos años Francisco también nos regaló la exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, en la que trata sobre el llamado a la santidad en el mundo actual. En el capítulo cuarto, el Papa presenta algunas notas de la santidad, grandes manifestaciones del amor a Dios y al prójimo”, indicó.
En ese sentido, consideró que Óscar Romero “ha vivido cabalmente estas notas”, y presentó brevemente “algunos aspectos de su vida desde estas características de la santidad que propone el Papa en su última exhortación”.
“Aguante, paciencia, mansedumbre: Romero vivió una gran incomprensión y fuertes críticas por parte de autoridades del gobierno salvadoreño, y de un sector de la sociedad y de la Iglesia que lo acusaba de ser un obispo comunista; también otros sectores de la izquierda extrema lo criticaban por no asumir que la única salida al problema del país era la violencia armada”, recordó el obispo de Río Gallegos. “Su vida fue difícil, su misión injustamente atacada, pero Él, fiel al Evangelio siguió adelante”, destacó.
“Francisco dijo que el martirio de Mons. Romero no fue puntual en el momento de su muerte, fue un martirio-testimonio, sufrimiento anterior, persecución anterior, hasta su muerte. Pero también posterior, porque una vez muerto, fue difamado, calumniado, ensuciado, o sea que su martirio se continuó incluso por hermanos suyos en el sacerdocio y en el episcopado: ‘No hablo de oídas, he escuchado esas cosas. O sea que es lindo verlo también así: un hombre que sigue siendo mártir. Bueno, ahora ya creo que casi ninguno se atreva pero después de haber dado su vida siguió dándola dejándose azotar por todas esas incomprensiones y calumnias. Eso a mí me da fuerza, solo Dios sabe. Solo Dios sabe las historias de las personas y cuántas veces, a personas que ya han dado su vida o que han muerto, se las sigue lapidando con la piedra más dura que existe en el mundo: la lengua’”, relató.
“Alegría: En enero de 1980, en medio de la guerra civil que abatía a su nación, Romero predicaba que Dios quiere que los hombres gocen la felicidad de la tierra, la alegría de vivir, la felicidad de amar, de compartir, de hacer fiesta. Dios no es un Dios triste, Dios es dios fiesta, Dios festín, Dios alegría y en el corazón del hombre que tiene fe, no cabe el pesimismo. ¡Qué enorme desafío nos plantea hoy a nosotros, ser testigos de la alegría del Resucitado en medio de los conflictos y las dificultades de la vida!”, reconoció.
“Audacia y fervor: Romero se jugó por entero, no calló su voz, tenía claro que su misión de pastor era estar al lado de su pueblo, denunciando la violencia públicamente, anunciando que el camino de Jesús es el de la Paz. Fue un implacable defensor de los más desposeídos, todos los domingos iluminaba a la luz del Evangelio los acontecimientos del país. Hacia finales de 1979 ya era consciente del peligro que corría su vida, pero su temor humano no era tan fuerte como el temor de no ser fiel a Dios y al pueblo a él confiado”, sostuvo.
“En comunidad: Francisco dice que la vida comunitaria está hecha de muchos pequeños detalles cotidianos. Romero tenía una personalidad compleja; hacia afuera se mostraba enérgico y decidido; sin embargo, en la intimidad, necesitaba sentirse confirmado en sus dichos y acciones; nada podía sólo; era parte de la Iglesia, y no un ser omnipotente que todo lo podía y lo sabía. Entre los apoyos que tuvo y que buscó en varias ocasiones para seguir adelante, estuvo el cardenal Pironio, otro obispo argentino, quien lo confortaba y animaba siempre a no bajar los brazos: Lo peor que puedes hacer es desanimarte, ¡ánimo Romero!, le decía”.
“Estado de oración: El santo es una persona orante, que necesita comunicarse con Dios en todo momento. Todos los testimonios sobre la vida de monseñor Romero coinciden en que dedicaba un tiempo importante de sus agitadas jornadas a rezar frente al Sagrario. Su salmo preferido para rezar era el 91: ‘Tu eres mi refugio, mi alcázar, mi Dios en quien confío’ Desde sus años de sacerdote repetía una oración diariamente que en una parte dice: Pon tus palabras en mis labios; dame un lenguaje claro y fácil, mediante la lengua de fuego de tu Espíritu, para que tu presencia siempre vigile. Apaciéntame, Señor, y apacienta tú conmigo, para mi corazón no se desvíe a derecha ni a izquierda, sino que tu Espíritu bueno me conduzca por el camino recto y mis obras se realicen según tu voluntad hasta el último momento”, recordó.
“La vida y el testimonio de los santos nos animan a seguir a Jesús en este momento histórico, en la actualidad en la que Dios nos regala la vida; en nuestro caso, en nuestra Argentina 2020; en este tiempo de pandemia en que más que nunca necesitamos de la paciencia para quedarnos en casa; de la alegría para no decaer en la angustia del encierro y de las malas noticias; en la audacia de no dejar que el miedo nos carcoma el alma y sigamos buscando formas creativas de ser solidarios; en comunidad, porque el aislamiento debe ser físico, pero nunca cerrar las puertas del corazón, ni separarnos de los afectos, somos familia, nos necesitamos; y rezando unos por otros, clamando al cielo por los enfermos, por los médicos que entregan su vida, por nuestros difuntos y por el fin de la epidemia”, animó el obispo.
Finalmente, pidió “que monseñor Óscar Romero interceda por nosotros y nos ayude a concretar las palabras tan actuales de su homilía del 20 de noviembre de 1977: ‘Hermanos, el diálogo no se debe caracterizar por ir a defender lo que uno lleva. El diálogo se caracteriza por la pobreza: ir pobre para encontrar entre los dos la verdad, la solución. Si las dos partes de un conflicto van a defender sus posiciones, solamente saldrán como han entrado’”.
“En tiempos de pandemia, estamos hambrientos de diálogo y fraternidad; quizás este sea nuestro mayor aprendizaje. ¡San Romero de América, ruega por nosotros!”, concluyó.+
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