Al comenzar la misa que concelebró con varios sacerdotes, el padre Russo recordó que ya en 1950 varias delegaciones que partieron de Buenos Aires hacia Roma por el Año Santo celebrado entonces, pasaron por San Giovanni Rotondo para poder confesarse con el padre Pío, que llevó en su cuerpo durante 50 años los estigmas de Cristo.
Y luego de su canonización en 2002, añadió, en la parroquia porteña de Santa María de los Ángeles había un mitón del padre Pío, que custodiaba el padre Antonio de Monterroso, quien bendecía con esa reliquia a quienes se acercaban.
Ahora vino a la Argentina el corazón del padre Pío, que el día de su llegada estuvo a la veneración de innumerables fieles en la catedral porteña, donde el viernes 20 podrá ser visitado y habrá misas a las 7.45, 8.30, 12.30 y 17.30, con rosario meditado a las 16. El sábado 21 será recibido en el santuario nacional de Luján (habrá misas a las 7.45, 8.30, 12.30 y 17.30), y el domingo 22 en el santuario Nuestra Señora del Rosario de Pompeya (avenida Sáenz y Esquiú), donde habrá misas las 10, 11.30, 17.30.
Según comentó a AICA María Cristina Gómez, del grupo de oración Paz y Bien, de Concepción, Tucumán, se trata de parte del miocardio y de sangre que traspasó su corazón, extraídos al encontrar su cuerpo incorrupto a los 40 años de su muerte, acaecida en 1968.
Recuerda el fenómeno místico experimentado por el padre Pío el 5 de agosto de 1918, cuando el religioso capuchino sintió que su corazón fue traspasado por un dardo encendido que dejó una “herida de amor”, que fue el preludio de los estigmas que llevó durante medio siglo, hasta su fallecimiento.
En la homilía de la misa, el presbítero Gustavo Seivane expresó que fueron cincuenta años sirviendo y cargando con las llagas de Cristo, “heridas sobrenaturales, marcas de una predilección y a la vez, de una misión”.
El padre Seivane señaló que el padre Pío vivió abismado en Dios, para emerger con los tesoros de la gracia y entregarlos a los sufrientes. “Estamos ante el corazón que se desveló por salvar almas”, dijo, y subrayó el fuego que sobrenatural que consumía al santo. El padre Seivane fue designado por la Conferencia Episcopal Argentina como asistente espiritual de los Grupos de Oración del Padre Pío diseminados por todo el país. “Cantamos las misericordias del Señor y con alegría damos gracias”, concluyó.
En esta primera celebración en la visita de la reliquia del santo italiano había asistentes de distintas ciudades. Por ejemplo, a las diez de la mañana había llegado un ómnibus con 70 personas de San Fernando del Valle de Catamarca, de donde habían salido a las 17 del día anterior. “Tomamos gracia y hoy mismo nos volvemos –dijo una señora-, pasando por el santuario de la Virgen de San Nicolás”.
De la ciudad de Concepción, Tucumán, había unas treinta personas, y esperaban la llegada de jóvenes y chicos al día siguiente. Teresa Solís, animadora del primer grupo del Padre Pío en esa ciudad, llamado Paz y Bien, dijo que todos los miércoles se reúnen a rezar en la capilla San José de la parroquia María Reina, pero “estamos las 24 horas en oración porque no hay hora para la enfermedad”. Reciben pedidos de oración por los enfermos a cualquier hora del día en el teléfono 386-555-9441. “Somos sus hijos espirituales”, apuntó María Cristina Gómez, quien destacó cómo continúa la obra del padre Pío entre los enfermos del cuerpo, de la mente, del espíritu, necesitados de oración.
Con sus hábitos blancos, varias religiosas hijas de Santa María de la Providencia, congregación fundada por San Luis Guanella, se acercaron desde Tapiales, partido de La Matanza, donde atienden un hogar de ancianos. Claudia Visentin, de la Legión de María, profesora de Bellas Artes que al casarse se dedicó a su marido y sus tres hijos, había venido con una amiga de la parroquia capitalina de Santa Rita, en el barrio que lleva el mismo nombre.
La misa duró casi una hora y media y la distribución de la comunión se extendió durante más de veinte minutos a pesar de que lo hacían varios sacerdotes. Había tanta gente que las colas para acercarse a recibir el Cuerpo de Cristo parecían no moverse nada. Una y otra vez se cantó “Dios de los corazones”, el himno del Congreso Eucarístico Internacional de 1934, que dice “domina a las naciones y muéstrales tu amor”.
Al final todos los fieles elevaron sus manos, diciendo “Dios, danos tu bendición”, cuando el padre Russo invocó a Dios, pidiendo la bendición por medio del Padre Pío para todos aquellos que la necesitan para la salud del cuerpo y del alma. A la tarde, hubo otra misa, dedicada especialmente a los enfermos y se mantuvo una larga cola, que llegaba a la puerta de la Catedral, para acercarse a rezar ante la reliquia del santo de Pietrelcina. (Jorge Rouillon)
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